martes, agosto 07, 2007

AMANECE QUE NO ES POCO

Es lunes y otra vez tengo problemas para mantenerme despierta, consigo estar consciente metiendo los dedos en el enchufe del ordenador que además de activarme los sentidos me deja un look a lo Boney M de lo más favorecedor.
Siempre me prometo pasar un fin de semana sin salir pero nunca encuentro el momento adecuado y lo peor es que ahora en verano Haruko y yo nos damos a las fiestas populares por partida doble, viernes y sábado.

Yo soy una gran defensora de este tipo de fiestas, bebida en mano recorres las calles de tu barrio, barrio de tu amiga, barrio de un primo... , saludas a tus conocidos entre los que se encuentran los compañeros de instituto, te das cuenta del gran daño que ha hecho la alopecia en nuestra generación, el chico guapo de la clase que hacía surf ahora es un ser acomplejado que trata de disimular su problema capilar mediante un peinado imposible y mucha espuma voluminizadora.

A medida que van pasando las horas y la ingesta de alcohol se incrementa empezamos a sufrir una conversión paulatina, primero decidimos acercarnos a las populares "txosnas" o chiringuitos en los que suenan los grandes clásicos de verano tipo "Paquito el chocolatero", una no quiere perder la compostura pero no puede evitar elevar el vaso y unirse a la masa en un baile que desafía las leyes de la gravedad etílica, la cual dista mucho de la gravedad real.

Una vez bailada la danza popular lo más probable es que ya luzcas en tu cuello, cabeza, tobillo o muñeca el clásico pañuelo festivo que da un aire pizpireto a nuestro look, llegados a este punto cualquier amig@ te habrá inmortalizado con su móvil o cámara digital y puedes estar seguro de un futuro chantaje en caso de necesidad.

En esta conversión se desarrollan unos sentidos especiales, el más conocido es el del olfato. En condiciones normales una persona sería incapaz de aguantar 5 segundos a una distancia de 1 metro de los baños químicos o "pipi-rooms" que los ayuntamientos disponen en estos eventos pero un buen asiduo a las fiestas de barrio hace cola, se va acercando y espera su turno pacientemente, una vez dentro procede sin apenas inmutarse y lo más impactante, cuando sale mantiene el color original y no el verde - aceituna que se espera después de tan peligrosa exposición.

Estas reuniones sociales son un foco de concentración de gente y claro, no es de extrañar que coincidan varios ex en el mismo lugar. Otro de los sentidos que se desarrolla es el del saber estar. Con calma saludamos según orden cronológico dejando al último ex para el final ya que habitualmente suele ser el que más nos entretenga en la conversación. El problema se presenta si además de tener a varios ex alrededor vamos acompañadas del ligue actual. Una buena táctica en estos casos es la inmersión en la masa festiva, discretamente te adentras en el gentío, te dejas absorber como si de un agujero negro se tratara y sales por otro lado libre de presiones para poder seguir bailando ajena a miradas críticas.

Haruko y yo fieles a las tradiciones frecuentamos todo el verano estos eventos y claro, la edad ya no perdona, veo a nuestros predecesores con sus botellas de kalimotxo y su pañuelos al cuello y sé que estamos llegando al final de nuestro reinado porque ellos son el futuro, cantan más alto, bailan con más emoción, salen todos los días...
Pero siempre quedara la sabiduría del veterano y los jóvenes tienen mucho que aprender de sus mayores ya curtidos en estos menesteres.

2 comentarios:

alakazaam! dijo...

Me ha encantado el párrafo en el que comentas como la siguiente generación empieza a despuntar para desplazarnos...

Bambu dijo...

Sí, es ley de vida... hay que empezar a asumirlo.